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Existen tantas definiciones para la gestión ambiental, que al buscar comprenderla como un concepto acabado nos encontramos no solo con la difícil tarea de querer integrar los distintos significados, sino que además, ante la necesidad de apaciguar el deseo de querer ir más allá y descifrar los misterios de sus tan complejos componentes. Entenderla nos ayuda a superar convenciones paradójicas y dar un paso adelante hacia el verdadero desarrollo sostenible.

 

Sistemas complejos: el arte del todo

Al abordar las temáticas ambientales, lo primero es preguntarnos ¿qué es exactamente el ambiente?
Buscando cómo definirlo, nos encontramos frente a una inmensa diversidad de perspectivas. En una punta del abanico se encuentran definiciones del tipo “cortitas y al pie”; es allí donde leeremos frases tales como: “el ambiente es todo lo que nos rodea”. Claro, ¿para qué complicarse dando más vueltas? Más allá de semejante frase no queda mucho por decir.
En el otro extremo de este abanico, vamos a encontrar algunas un poco más extensas y rebuscadas; algo así como que el ambiente es un sistema -muy- complejo compuesto por elementos sociales, económicos y naturales, caracterizado por las relaciones e interacciones entre dichos elementos, atravesado por una cultura determinada, en un tiempo y lugar determinado.
¿Cómo podemos definir algo tan abarcativo, tan total? Debemos comprender que en efecto, el ambiente es algo inacabado, dinámico y sumamente complejo.

-Tal vez preguntar al revés resulte un tanto interesante y esclarecedor. ¿Qué NO es el ambiente?-

Para entender de qué hablamos cuando hablamos de gestión ambiental, podemos comenzar reflexionando sobre las razones por las cuales se posiciona actualmente junto con otras profesiones afines, entre las más trascendentales a nivel mundial. Nos encontramos sumergidos en una crisis ambiental y climática global innegable y sin precedentes; basta con abrir la puerta y dar unos cuantos pasos para toparnos con todo tipo de problemáticas, algunas más evidentes y otras no tanto, y las proyecciones a futuro basadas en nuestros modelos actuales (“business as usual”), son realmente abrumadoras.
Transformar este escenario requiere de especialistas que cuenten no solo con herramientas para corregir malas prácticas y poner en funcionamiento otras mejores, sino que además con la capacidad para redefinir los paradigmas sobre el progreso de las actividades humanas. Es allí que la gestión ambiental cobra sentido y protagonismo crucial; la humanidad necesita profesionales con nuevos enfoques y capacidades para elaborar propuestas que encaucen el desarrollo.

Hablar de la historia del deterioro ambiental puede resultar un tanto repetitivo; esta realidad pareciera haber encontrado lugar en la conciencia colectiva de las sociedades actuales. Cualquiera de nosotros seguramente haya visto algunos documentales, leído varias publicaciones, o recibido diversos tipos de información sobre el tema. Este pequeño triunfo en materia de educación es una clara expresión de la imperiosa necesidad de virar hacia nuevos modelos de desarrollo, en los que el bienestar humano no conduzca hacia la autodestrucción.
Sin embargo, a pesar de la proliferación informática, aún cuesta constatar prácticas concretas y suficientes frente a la crisis.
Por un lado encontramos casos de “mucha charla y poca acción” tales como discursos sin posterior efecto y prácticas de mitigación de impactos sobre actividades parcial o totalmente irremediables. Por otro, casos prósperos aislados que aún no encuentran una integridad global articulada capaz de hacer frente a los modelos insostenibles vigentes.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (2010), estamos consumiendo por año el equivalente a los recursos que el planeta produce en 1,5 años1, y en la segunda parte del sexto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (2022) se proyecta un aumento mínimo de la temperatura global de 1.5 °C para los próximos años2. Cifras que reflejan un estado crítico a revertir contundentemente y pronto: una tarea que, precisamente, requiere de una comunidad profesional facultada.

Gestión ambiental en marcha. Parque de la Marjal, Alicante, España. Un caso pionero en la aplicación de soluciones basadas en naturaleza.

El gran desafío de nuestra era: una última vuelta de rosca

Es habitual confundirnos al tratar temas de gestión ambiental, considerándola abocada exclusivamente a las actividades industriales y/o empresariales. Esto se debe a intereses económicos que ejercen presión para retenerla e implementarla bajo sus reglas, convirtiéndola en la herramienta perfecta para enmascarar la inconsistencia de los modelos de consumo.

Otorgar el centro de escena a las actividades productivas resulta lógico, puesto que ellas ocasionan en mayor medida: contaminación atmosférica, de suelos y aguas y emisión de GEI, destrucción o deterioro de ecosistemas, consumo irracional de recursos y energía, inequidad social, etcétera, etcétera.
En el mundo de las corporaciones industrial-comerciales, la gestión ambiental cumple un rol “adecuador”, que generalmente pretende minimizar los efectos e impactos negativos de los procesos involucrados, dentro de un marco de equilibrio entre los beneficios sociales, económicos y ambientales. Es aquí que surge la icónica idea de la «sostenibilidad» como emblema de la excelencia humana; un concepto que marca el rumbo, pero que también se implementa de manera engañosa y persuasiva. Según indica Miriam García García (2016), especialista en sostenibilidad y resiliencia urbana: “En definitiva, se podría decir que a escala global nuestros modelos de desarrollo son claramente insostenibles. Porque si bien es cierto que el término desarrollo sostenible pretendía poner de manifiesto la insostenibilidad del modelo desarrollista desde la Revolución Industrial, no es menos cierto que ha servido de paraguas conceptual de muchas de las obras, infraestructuras y desarrollos más perturbadoras para el medio llevados a cabo.”3

Aplicar sistemas de diligencias para adecuar procesos, no necesariamente implica que los mismos se tornen sostenibles; limitar nuestro foco a una actividad puntual pasa por alto aspectos cruciales como el ciclo de vida completo y huella ecológica de materias primas, o impactos de los productos “puertas afuera” en la sociedad y en el ambiente. Podemos visibilizar este fenómeno si analizamos la explotación de combustibles fósiles: suponiendo que las extracciones y procesamientos se llevan a cabo respetando estrictas normas de protección ambiental, su potencial dañino se encuentra sujeto a un sinfín de variables ajenas a tales instancias. La emisión de GEI asociada a uso irracional y/o ineficiente, la contaminación atmosférica ocasionada por combustión incompleta, la contaminación de agua y suelo causada por malas prácticas en el manejo logístico y los pasivos ambientales en las zonas de extracción y explotación son solo algunos ejemplos. Del mismo modo, actividades como la megaminería distan sustancialmente de lo que se puede considerar como parte de estrategias de conservación de ecosistemas; sin embargo, acceden a las distintas habilitaciones ambientales gracias a profesionales que “llenan los papeles” y diseñan “buenas” prácticas.
Ambos ejemplos se agravan aún más por el hecho de sustentar modelos de consumo en crecimiento exponencial.

-Si la gestión ambiental se implementa como una herramienta para habilitar actividades insostenibles, caemos en la paradoja de convertirla en un catalizador de procesos destructivos.-

Aunque pueden considerarse válidas por mejorar prácticas y reducir impactos, las concepciones acotadas de la gestión ambiental podrían hacernos cometer el error de no preguntarnos cuáles son los mecanismos socioeconómicos que legitiman sistemáticamente actividades insostenibles. Para trascender los desaciertos debemos adoptar mayor integridad en las perspectivas; entender que existen umbrales límite para la extracción y explotación de recursos, y que por encima de ellos no existe sostenibilidad posible.
En otras palabras, direccionar los esfuerzos hacia el desarrollo cultural-ambiental de la sociedad, podría incluso eliminar la necesidad de llevar a cabo actividades incompatibles con los ciclos naturales. Cuando las sociedades comprenden las causas es más factible resolver los problemas. Las claves del progreso tienen que ver más con una transición de los estilos de vida hacia un consumo responsable y prudente, que con pretender seguir consumiendo cada vez más creyendo que el crecimiento puede ser ilimitado.

Ecosistemas urbanos. ¿Cómo recuperar el equilibrio natural?

Espectadores del fin o protagonistas de un nuevo comienzo

Negar que la demanda de recursos y , por ende, de las actividades que los explotan, es inherente al funcionamiento de las sociedades actuales, es simplemente absurdo. Debemos aceptar y tomar verdadera responsabilidad frente a los hechos. Hicimos las cosas mal durante mucho tiempo y, nos guste o no, formamos parte de esta historia. Solo después de la aceptación (mas no resignación) ante la adversidad, podremos dar un paso más allá y comenzar a efectivizar la transición.

Ya no se trata tanto de encontrar de qué manera de adecuar actividades, sino más bien de discernir cuáles actividades debemos adecuar en concordancia con el funcionamiento de los sistemas naturales, y qué otras abandonar.

Aprender a prescindir de las actividades insostenibles será quizás el mayor desafío de nuestra era. Descubrir cómo abandonar actividades que generan empleo y sostienen economías y sociedades enteras será la clave para establecer nuevos puntos de partida y, nuevamente, la gestión ambiental surge como profesión conductora. En estas instancias la capacidad para deconstruir/reconstruir paradigmas y la innovación son esenciales, puesto que la modernidad levanta soberanamente la bandera del bienestar, exigiendo encontrar la manera de satisfacer las necesidades sin destruir el planeta.

De las dificultades para integrar los distintos elementos surge el carácter fundamental de la multi e interdisciplinariedad; la comunidad profesional debe trascender las barreras de sus campos de estudio para entablar nuevos lazos integrales, homogéneos y que tengan el claro objetivo de alcanzar un desarrollo más sostenible. Cada disciplina deberá hermanar sus esfuerzos en la trancisión, asumiendo que todos los actores son decisivos.

Como aclara Luis Lehmann (2021), “Se habla de una transición, y no de un cambio abrupto”4. Los esquemas para llevarla a cabo serán análogos a las siguientes instancias, y la gestión ambiental moderna consiste en responder a su llamado:

• Adecuación y adaptabilidad: Las actividades tal como las conocemos continuarán su funcionamiento minimizando al máximo sus impactos negativos, y a su vez, comenzarán a desarrollar estrategias según qué tanta viabilidad ambiental demuestre su prolongación en el tiempo. En este punto, el mayor desafío lo tendrán aquellas que deban asumir su final y redireccionar el rumbo.

• Transición / Conversión: Esta instancia consistirá en la aplicación de las medidas diseñadas previamente, a fin de minimizar o eliminar incompatibilidades entre el funcionamiento de las actividades respecto de los umbrales ambientales límite. Un cambio de paradigma que dé fin a la idea del crecimiento ilimitado será esencial y algunos rubros encontrarán mayor facilidad para convertir sus actividades, mientras que otros requerirán una gran capacidad de innovación. La clave será apuntar a un tipo de consumo que no degrade el ambiente, o incluso lo beneficie.

• Abandono / Reinvención: Aquellas actividades que reconozcan su inviabilidad, habrán de reinventarse bajo ese nuevo paradigma e integrarse a la transición. Esta instancia requiere de esfuerzos articulados y congruentes por parte de los Estados, las empresas y la ciudadanía, evitando un efecto “precipicio” en los sectores económicos involucrados. El desplazar empleos manteniendo e incluso aumentando los niveles de ocupación, es una misión global impostergable.

La transición de modelos llegará, de uno u otro modo. Frente nuestro se encuentra el más grande desafío, pero también la más grande oportunidad.

Hagamos que merezca el esfuerzo.

Referencias

  1. Fondo Mundial para la Naturaleza (2010). Informe Planeta Vivo 2010.
    http://awsassets.wwf.es/downloads/infoplanetavivo2010.pdf
  2. IPCC (2022) Climate Change 2022: Impacts, Adaptation and Vulnerability.
    https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/
  3. García García, Miriam. (2016). Desmontando la paradoja de la sostenibilidad. Revista Ambienta. Nº116. 4-22.
    https://www.researchgate.net/publication/308172904_Desmontando_la_paradoja_de_la_sostenibilidad
  4. Lehmann, Luis. (2021). Cómo hacer clic hacia una nueva economía. Caligrama.

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